Location: San Fernando Cathedral
Pentecostés marca el cumplimiento de la promesa de Jesús de enviar el Espíritu Santo a sus apóstoles. La Resurrección y la Ascensión del Señor confirmaron su divinidad, y el don del Espíritu Santo fortaleció a los discípulos. A través del Espíritu Santo fueron llenados con el “vino nuevo” de dones diversos y el poder para hablar en distintas lenguas.
Originalmente Pentecostés era una fiesta judía de la cosecha. Fue evolucionando para conmemorar la alianza mediante el don de la Ley a través de Moisés en el Monte Sinaí. La ley, dada en tablas de piedra, era una carga. La gracia del Señor hizo la carga ligera. El nuevo Pueblo de Dios ya no es guiado por una ley escrita en piedra, sino por el Espíritu de Dios. El Espíritu Santo fue dado en Pentecostés, significando una transición del miedo a la gracia. Ahora Pentecostés conmemora el don del Espíritu Santo, indicando el paso de vivir por la ley a vivir por la gracia de Dios. Los cristianos recibimos la gracia por el Espíritu Santo, quien nos mueve a cumplir la ley por medio del amor. La caridad, que cumple la ley, proviene del Espíritu Santo, como lo atestiguan los discípulos.
Los discípulos, incluida María, se nos presentan unidos en oración, anticipando la llegada del Espíritu. El Espíritu Santo se convierte en un don permanente para todos los creyentes, cumpliendo la promesa de la salvación. El Espíritu Santo debe morar en nuestros corazones continuamente. Debemos celebrar continuamente con el “vino nuevo” de la gracia de Dios, que fluye a través de los sacramentos de la Iglesia, la liturgia, la oración y las obras de misericordia. El Espíritu Santo nos llama a dejar atrás los deseos terrenales para ser dignos de la herencia eterna, finalmente revelada a través de la Ascensión del Señor. Somos llamados a una renovación y transformación traídas por el Espíritu Santo.
La llegada del Espíritu Santo es acompañada por un fuerte viento, simbolizando el poder de Dios. Las lenguas de fuego simbolizan la presencia del Espíritu, cumpliendo la promesa de una morada extendida. El Espíritu Santo permite a los discípulos hablar en diferentes idiomas, significando una reversión de la división que tuvo lugar en la torre de Babel. Pentecostés revela el alcance universal del Evangelio. La confesión de Cristo como Señor es obra del Espíritu Santo, quien desempeña un papel fundamental en la Iglesia al dar vida a la fe cristiana. Diversos dones son otorgados por el Espíritu Santo para el bien común, enfatizando la unidad en la diversidad. San Pablo advierte contra el orgullo y la división, subrayando la intención del Espíritu Santo de producir armonía entre las personas. El bautismo en el Espíritu Santo crea una nueva identidad comunitaria, trascendiendo divisiones anteriores basadas en etnias o estatus.
Jesús envía a sus discípulos para continuar su misión con el poder del Espíritu Santo. Jesús sopla el Espíritu Santo sobre sus discípulos, haciendo eco del acto de la creación y simbolizando el papel del Espíritu de Dios en la renovación de la humanidad. Jesús concede la autoridad para perdonar pecados, reflejando la obra del Espíritu de reconciliar a la humanidad con Dios y restaurar el plan divino original para la humanidad. Permitamos que el poder del Espíritu Santo nos transforme y nos guíe para fomentar la armonía y la unidad a través de la reconciliación y la caridad. El Papa Francisco ha dicho que “el Espíritu Santo es especialista en acortar las distancias… nos enseña a superarlas. Es él quien conecta la enseñanza de Jesús con cada tiempo y cada persona. (…) ¡Las palabras de Cristo por la fuerza del Espíritu Santo cobran vida, hoy!”
Que Santa María de Guadalupe, llena del Espíritu Santo, encienda en nosotros el deseo de orarle y de acoger la Palabra de Dios.