Location: Cordi-Marian Retreat Center
Queridos Matachines, amados hermanos y hermanas; hoy, al acercarnos al final del año litúrgico, nos reunimos como pueblo de Dios, reflexionando sobre nuestra esperanza en el regreso de Cristo y sobre la obra sagrada a la que nos llama aquí en la Tierra. Así como sus colores vibrantes, sonidos y movimientos atraen nuestra atención y elevan nuestros corazones, somos invitados a vivir de una manera que atraiga la mirada misericordiosa de Dios. Esto solo significa que este esfuerzo nos hace conscientes de que Dios nos ha estado mirando misericordiosamente desde siempre.
Jesús nos dice que vendrá nuevamente, cubierto de gloria, manifestando ante todos la plenitud de la justicia y la salvación, como leemos en el libro de Daniel. Esta promesa no es solo un motivo de esperanza, sino también un llamado a vivir con arrepentimiento, misericordia y fidelidad en este momento. Vivimos en espera de su regreso, pero preparamos nuestros corazones poniéndolos a tono con el suyo, convirtiéndonos en faros de su compasión y perdón.
En el Evangelio de hoy, Jesús usa imágenes elocuentes para ayudarnos a comprender la victoria final de su amor y justicia. Es una victoria arraigada en la misericordia y el perdón, una misericordia que se extiende a todos nosotros, especialmente a los más necesitados. Así como ustedes actúan con devoción, uniendo a la comunidad, así también cada uno de nosotros es invitado a volver su corazón hacia los pobres y vulnerables de entre nosotros, para encarnar el amor de Cristo a través de nuestras acciones. El Papa Francisco ha dedicado este día como la Jornada Mundial de los Pobres para recordarnos que nuestra fe debe extenderse hacia afuera, tocando vidas con compasión y servicio. Mientras “Lázaro esté a la puerta”, no podemos dar la espalda; la obra de justicia, misericordia y servicio es esencial.
El reino de Jesús no es solo una promesa futura, sino una realidad que él comienza a construir hoy a través de nuestro propio arrepentimiento y perdón. Es un reino de amor humilde, vivido a través de pequeños actos de bondad, especialmente para aquellos que han sido ignorados. Cuando nos volvemos a Dios con corazones humildes, nos acercamos más a él, y as obras de misericordia dan testimonio de la atención amorosa de Dios hacia nosotros. De esta manera, nuestras vidas se convierten en una danza de devoción, dando testimonio de la mirada amorosa de Dios, así como su danza eleva nuestro espíritu y nos acerca a lo divino.
Mirémonos unos a otros con ojos de misericordia y generosidad. Al prepararnos para la Solemnidad de Cristo Rey el próximo domingo, hagámoslo el Rey de nuestras vidas, eligiendo vivir en el espíritu de amor que él nos enseñó. Encontremos la valentía y la fortaleza que necesitamos bajo el cuidado cariñoso de Santa María de Guadalupe, quien nos muestra cómo vivir humildemente y cómo servir a los demás con amor.
Que nuestras vidas, como la danza de los matachines, honren a Dios y reflejen su amor y misericordia al mundo, tanto ahora como siempre.