Location: San Fernando Cathedral
Queridos hermanos y hermanas, este domingo, al acercarnos al final del año litúrgico, la liturgia nos invita a reflexionar tanto sobre nuestra esperanza futura en el retorno final de Cristo como sobre el trabajo al que él nos llama hoy, aquí en la Tierra. Jesús nos dice que regresará en gloria, como vemos en el libro de Daniel, trayendo justicia y salvación para todos. Este mensaje de un regreso glorioso implica a la vez esperanza y responsabilidad. Recordamos que Jesús, el Hijo del Hombre, vendrá de nuevo, manifestando la plenitud de su misericordia. Esta promesa nos llama a vivir ahora en un estado de arrepentimiento y fidelidad.
En el Evangelio de hoy, Jesús comparte imágenes de su regreso definitivo, describiendo un final de los tiempos donde su amor y su justicia se realizarán plenamente. La victoria que Cristo obtuvo en la cruz se manifestará plenamente el último día, trayendo restauración. Finalmente, la misericordia y el perdón lo conquistarán todo. En un mundo donde a menudo somos tentados a la desesperación, estas promesas nos anclan, llamándonos a vivir con esperanza y fidelidad.
Al considerar el cumplimiento futuro de las promesas de Dios, también volvemos nuestra mirada a nuestro llamado aquí y ahora, especialmente a través de la designación del Papa Francisco de este domingo como la Jornada Mundial de los Pobres. Este día es un recordatorio de que Jesús se identifica con aquellos que sufren: los marginados, pobres y vulnerables. Nuestra misión, entonces, es recordar que nuestra fe solo está completa cuando fructifica en actos de misericordia y servicio. El Papa Francisco ha dicho que los pobres están en el corazón del Evangelio. Mientras “Lázaro esté a la puerta”, la labor de compasión y justicia sigue siendo nuestro llamado.
El reino venidero de Jesús, por lo tanto, no es solo una realidad futura sino un llamado presente a la acción. Somos invitados a reflexionar sobre nuestra propia necesidad de perdón y a extender la misericordia a los que nos rodean. Es el arrepentimiento lo que nos acerca al corazón de Cristo, regresando continuamente a Dios movidos por la humildad y el amor. Las lecturas de hoy nos recuerdan que la salvación es un don ofrecido a los que buscan el perdón de Dios, y que al caminar humildemente y cuidar de los demás, especialmente de los más pequeños entre nosotros, vivimos como Cristo nos llama a vivir.
En nuestras vidas, miremos a quienes nos rodean con ojos de misericordia y amor. Al prepararnos para la solemnidad de Cristo Rey el próximo domingo, hagamos de Cristo el Rey de nuestras vidas, eligiendo la misericordia, la compasión y la generosidad en todo momento. Dejémonos inspirar por la certeza de que el amor de Cristo por cada uno de nosotros perdura más allá de todo tiempo y juicio. El Señor nos promete un futuro de comunión y paz, pero cuenta con nuestra colaboración para que ese futuro se realice. Respondamos a su llamado, preparando nuestros corazones para el regreso de Jesús, viviendo vidas que reflejen su amor y misericordia, tanto ahora como siempre.
Que la protección cariñosa de Santa María de Guadalupe nos fortalezca para cuidar de los demás.